20/9/07

Carlos Pardo

Fotografía de María Jesús Gómez Garcés
19 octubre de 2007
Auditorio de la Biblioteca Regional de Madrid. 19:00 horas

(Madrid, 1975) es autor de los libros de poesía El invernadero (Hiperión,1995), finalista del Premio Hiperión de Poesía, Desvelo sin paisaje (Pre-Textos, 2002), Premio de Poesía Emilio Prados y Echado a perder (Visor, 2007), Premio de Poesía Generación del 27. Dirige la revista anónima de la editorial Pre-Textos.


A mí me gustaría ser Carlos Pardo. Por muchas razones, claro. Podría decir que por su color de ojos, por su aspecto -a los que nos sobran algunos kilos nos fascinan esos delgados con un aire rockero, qué se le va a hacer-, o porque siempre le he visto de buen humor y educado, que es como me gustaría ser a mí en la mayoría de las ocasiones. Pero la verdad es que a mí me gustaría ser Carlos Pardo porque me parece que es una de las personas con un conocimiento más amplio del mundo de la literatura. Por un lado porque es autor, un poeta único que ahora está comenzando a recibir los frutos del trabajo de muchos años -parece que se hubiera puesto de moda, a todo el mundo le gusta ahora lo que hace Carlos, y esa es una de las cosas que demuestra que a veces lo bueno triunfa-. Pero también porque es un crítico de primer orden, capaz de acercarse a los textos de los demás con tino y sin ataduras -ahí está su edición del Tratado de urbanismo de Ángel González o los artículos que escribe para Público- o de seleccionarlos y editarlos de forma solvente –sirva como ejemplo su trabajo como editor en Machado Libros-, o su inteligente concepción de la importancia del texto frente a la firma del editor –la revista anónima de Pre-Textos es, sin dudas, uno de los proyectos más interesantes que se han concebido en España en los últimos años.
Si a todo esto le añadimos su experiencia como librero en La Central o sus dotes como organizador de macroeventos como la cordobesa Cosmopoética –posiblemente el más importante encuentro que se celebra en el mundo hispanohablante en torno a la poesía- tenemos ante nosotros a un verdadero hombre de letras, a un todo terreno que sale bien parado de cualquier lance que se le ponga por delante.
Yo tengo la suerte de vivir en el mismo barrio que él y encontrármelo a veces en la cola del supermercado, demostrándonos que a la hora de la verdad todos somos iguales: gente que baja a la tienda de la esquina a comprar algo que echarse a la boca. Todas las veces que me lo he encontrado hemos evitado hablar de literatura. Sólo eso indica que es una persona que merece la pena.

Antonio Jiménez Morato

Poemas de Echado a perder

LOS ALANOS emigraban.
El astrólogo cosía el cielo.

En las llanuras y en las cordilleras,
en los bosques de escombros mitológicos
los tilos esparcían su ortodoxia,
golpeaban al alba los baldones
de pacíficos reinos,
vertían plomo en campos roturados.

A ti y a mí
bajo el caparazón de un cielo rosa
nos cuida el siglo XXI:
cónsules de la retaguardia,
altivos aranceles del amor aduanero.
El alma en su paisaje
filosofa; es el tacto
quien nos da la razón.

Te quiero al modo de los viejos
pintores del trecento,
humana y geométrica,
ojos negros, piel blanca,
rebeca roja
y camiseta verde militar

Ya debería el tiempo andar por ahí.

Las tejas son del gris del dragón de Komodo.

Las horas de la tarde
nuestras contemporáneas.




El retrato español
Son periferia,
no vienen de muy lejos.
Abre el grupo
una mujer, terrosa
la barbilla
por una quemadura
-chándal,
cazadora de cuero-
con un surco de carne
enroscado a la oreja.
Esperan la apertura
del museo.
Vienen a reconocerse.

Los que son como yo
o son yo sobrellevan
cada uno
la carga del más próximo.
Nos deprimimos juntos.
Celebramos
el anhelo aplazado,
y si nuestro retrato suma invariablemente cero
y la lluvia de fondo natal nos anonada,
no querremos cumplirlo.

En el origen
una mesa ridícula.
Paredes amarillas
con recortes de prensa.
Al ritmo episcopal de los equinos
del paseo, un hombre inútil mezcla
amor e ideología.

Nosotros no
tenemos hogar.
Hacemos cola
bajo el apóstol pintor.
-Otro con tentaciones.
-Es el mismo.



NADIE PREGUNTA quién pero nosotros,
comparsas del planeta
burgués, comentaristas
del reciclaje, hombres piojo,
medimos la parábola de la próxima elipse
por si acaso quisieran lanzarnos al desagüe del tiempo
entre los pre y los pos,
porque si todo instante es irredimible-
mente gasto,
todo sujeto es un conservador.

Para empezar alguien dice nosotros
pero quién entre ruidos
sin un nombre vernáculo
por exceso de lata,
aun enfermo de abulia en blogs de periferia,
llamara nomadismo a este

deambular del trabajo al videoclub,
hacerse el muerto en la contrapartida
del crujir de las ramas,
del adiós de la savia a la página en blanco,
a la página impura

y aburre ser tan tonto en tiempos sulfatados.




El muerto y su referente

DEDUCE mi estatura:
un palmo por encima del
idéntico perímetro craneal.
Mira si tengo bultos.
Quizá me reconozca por su nombre
y sea el de la silueta
en el diván.
Es mi padre, le hablo
de mí al borde de una orografía que
podría ser colina y de una hilera
de olivos hacia la pendiente
del horizonte. Persevero
como bien consumible
y, después, ese trozo
que nadie quiere una vez sacudido
el mantel, ni los pájaros
ni el viento,
ese trozo soy yo.

Era cuando la espiga
iba a dar a un arroyo, a su pequeña
comunidad.
El día del entierro
de un familiar me acompañabas, Padre,
por un sendero de granito.
Repasábamos
la cepa genealógica,
la niñez de tu esposa y la ruptura
con la anterior.
Y ya no había muerto
ni tierra ni real
olor a tierra.
El paisaje,
un inventario de diminutivos.